2020

El gran reloj que corona la plaza está preparado. Su minutero avanza lentamente mientras abajo todos lo miran con aire de ilusión. Los petardos son la banda sonora de esta noche tan especial y Ricardo, el frutero, reparte pequeñas bolsitas con uvas entre los vecinos que van llegando. La plaza está abarrotada, todo el pueblo se reúne allí para dar la bienvenida a la nueva década.

Pero el reloj es sabio, lleva funcionando más de un siglo, conoce a cada habitante de este pequeño pueblo y hoy se percata de que falta alguien.

Mientras tanto a kilómetros de allí, Lucía se arrepiente de no haber salido antes de casa. A tan sólo media hora para la media noche, se encuentra atrapada en un atasco y con la prisa en los bolsillos. Lamenta haberse entretenido y piensa en sus padres que seguro ya la esperan en la plaza. Hace meses que no se ven pues la vida en la ciudad la tiene completamente atrapada.

En el pueblo los vecinos exprimen los últimos momentos del año y el bullicio en la plaza es cada vez mayor. Lola y Felipe están justo debajo del reloj con tres bolsas de uvas esperando a una hija que parece que nunca va a llegar. La tristeza empieza a reflejarse en sus rostros.

Pero algo ocurre pues el reloj no avanza. Hace ya bastante que el minutero no se mueve del número once. Los últimos cinco minutos del año se hacen eternos y los vecinos se impacientan. Llaman al relojero, un octogenario con gafas de media luna que conoce los entresijos del reloj, pero todo parece en buen estado. Nadie se explica por qué se ha parado.

Entre confeti anticipado y nervios por la situación, Lucía entra corriendo en la plaza en busca de sus padres. Cuando apenas le queda aliento los encuentra en el lugar de cada fin de año, con sus uvas preparadas. El abrazo entre los tres parece ser la clave que hace que el reloj despierte, pues la aguja adelanta al minuto siguiente. El pueblo estalla en vítores.

A un segundo de empezar las doce campanadas, Lola mira a Felipe y se extraña de que sólo tenga once uvas. Él la mira con ternura y señalando a su hija le susurra al oído: tranquila, ya he gastado mi primer deseo.

Por todos los deseos que nos quedan por cumplir.
Feliz 2020.